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En busca del conocimiento

Tuesday, January 24, 2006


Muy buenas a todos nuevamente. Perdón por este grandísimo lapso de tiempo sin escribir palabra alguna pero la carrera me tenía totalmente absorbido (o quizás solo se tratase de una mala organización de agenda).

Ya terminado el primer semestre de física (aunque aun queda algún examen que está en duda el aprobado) puedo sacar algunas conclusiones sobre la universidad y la forma de ver el conocimiento actualmente.

La primera de ellas es que si queremos aprender, la universidad no es el sitio más adecuado. Puede resultar chocante, pero a esta idea he llegado después de ver la forma en que se dan las clases y como están enfocados los exámenes.

Un profesor entra, hace un volcado de información y se va. Los alumnos asienten obedeciendo la primera ley de Newton (inercia) y sin haber entendido nada creen que realmente comprenden. Una demostración matemática tras otra. Principios y enunciados, fórmulas, teoremas, atajos para resolver problemas, ejercicios sin aparente sentido, vanidades con forma de preguntas, correcciones...Un cúmulo de palabras que caen en el saco del sinsentido.

No niego que el conocimiento final sea algo mayor que el inicial, pero ¿de qué modo? Nos cruzamos por la facultad con investigadores en la punta de la lanza del conocimiento de la realidad. ¿Se les ve emocionados por lo que tienen entre sus manos? ¿Se les ve observando la belleza del mundo ahora que lo conocen, que lo comprenden un poco más, que pueden ver lo que antes no les permitía la ignorancia? No, ciertamente no. Una persona que en lugar de ir al supermercado a hacer la compra para después preparar un buen cocido, se dirige a su despacho a resolver unos cálculos que le ayudarán a solucionar cierto problema. La emoción del ama de casa al ver como su familia disfruta de la buena comida será similar al físico que ve como sus postulados son coherentes con lo que los experimentos muestran. Todo como si fuera un juego en el que ganar la partida fuera, simplemente, algo valioso, aunque no sepamos explicar exactamente por qué. Cuando el examen resulta ser un tema importante, tal que cuando se habla de éste es el único instante en el que el silencio se hace totalmente puro, es que algo no va bien.

Un examen que, por cierto, importa más bien poco demostrar la comprensión de los conceptos sino más bien ser capaz de resolver un problema matemático, como si fuese la página de los pasatiempos del periódicos.

Aprobar un examen es sencillo, si es eso lo que se quiere. Tan solo hay que resolver crucigramas, sin que importe mucho el contenido de las palabras, y para eso sólo hay que practicar.

Entender la física, apreciar el funcionamiento de la naturaleza y como nos afecta a nuestro yo es un trabajo arduo que el tiempo dedicado a él es proporcional al descenso de la nota del examen.

Pero que la universidad sea un camino equivocado para el verdadero conocimiento no es equivalente a decir que no existe ya camino accesible para entender nuestro mundo. De hecho, si algo me ha enseñado este semestre, es que uno puedo aprender por su propia cuenta, el método autodidacta. La forma es sencilla, hay que mirar los libros recomendados en las bibliografías de las asignaturas que nos interesen y ver cual de ellos es el que tiene una forma de explicar que simpatice con la nuestra de pensar. Hemos de buscar hasta encontrar el mejor libro de la materia y después estudiarlo con detenimiento. Es así como se aprende realmente. Los problemas son importantes, pero no deben constituir el núcleo porque, si bien es cierto que pueden ayudarnos a comprender mejor, también puede ocurrir que nuestro interés se centre en cómo resolver el problema y no por qué se ha de hacer así, grave error para nuestros fines de conocimientos verdaderos.

Otro gran problema es el distanciamiento que se siente entre las diversas disciplinas. He estado en varias facultades (estudiando, visitando sus bibliotecas o simplemente curioseando) y se nota cierta barrera entre las diferentes carreras. La fragmentación del trabajo conduce a un avance más veloz en ciertas épocas, pero también es cierto que tiene como consecuencia la mayor ignorancia de cada una de sus partes, sus estudiantes e investigadores. Deberían hacerse reuniones con todas las disciplinas para poner en común los nuevos descubrimientos, las nuevas sensaciones que la realidad posee y para las que hemos estado ciegos hasta ese momento.

La física y la filosofía son, en mi opinión, dos saberes muy semejantes. Hay cierta relación entre ellos, pero muy escasa. ¿Por qué muchos físicos no tienen en consideración a los filósofos y por qué los filósofos no tienen más relaciones con los físicos, exploradores de la realidad? ¿Qué es entonces amar el saber?

¿Para cuando una carrera que una física, química, biología, filosofía....? Es posible que sea larga, pero, por mí, como si dura toda la vida. ¿Hay algo que realmente sea más digno para el ser humano que el conocimiento en estos campos que son de investigación y, a la vez, de poesía de la vida?

¿Cuando el incentivo de estudiar una carrera dejará de ser de tipo económico o social, que estos queden relegados al uno por ciento y no al ochenta que constituyen ahora?

¿Cuando el conocimiento será algo realmente valorado por cualquier persona? ¿Para cuando una sociedad en la que cualquier transeúnte que nos crucemos pueda explicarnos el proceso químico de la fotosíntesis con máximo deleite?

Nunca, me temo. El orgullo, la vanidad, el instinto de supervivencia nos empujará a traicionar estas palabras que ahora aceptamos. Yo mismo dentro de unos años puedo haberme corrompido lo suficiente como para ver este escrito como un idealismo fruto de la inmadurez.

Al menos, al menos intentemos actuar ahora de la forma que más coherente creamos con nuestras ideas. El tiempo ya se encargará de traicionarnos, pero nunca dejemos que lo haga en nuestra presencia.


Brújulo

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El hombre vuelve a las cavernas

Saturday, August 27, 2005

            Puedo imaginar a aquellos viejos griegos mirando los cielos e intentando descubrir qué eran las estrellas, sosteniendo un puñado de arena e imaginando que era aquella pieza elemental que lo componía todo. Puedo imaginármelos observando el Sol y comparándolo con el resto del cielo. Puedo imaginármelos discutiendo si aquellos análisis matemáticos confirmaban la esfericidad de la Tierra, comentando unos con otras (de forma disimulada) si la teoría heliocéntrica podría ser válida. Algún que otro joven inquieto si se podría salir del planeta, otro si el ser humano podría no haber sido siempre así.

            Puedo imaginármelos intentando dar una visión global a su existencia, intentando entender si había partículas elementales, si su planeta sería único, cómo era éste, como era lo que quedaba fuera de éste, si lo podríamos abandonar alguna vez, preguntándose por qué el Sol aparecía por las noches dejando lugar, en muchas ocasiones, a la Luna, y que por qué el Sol iluminaba. Otros averiguando si el alma existía, pero, en caso contrario, ¿cómo podría explicarse el ser humano? Algunos, más atrevidos, si la existencia de dioses era necesaria… Así comenzó la verdadera civilización humana, con preguntas. No importaba si existía una respuesta inmediata, lo importante era encontrar una solución verdadera al interrogante.  Una explicación lógica que se sostuviese por sí misma. Aquella civilización comenzó a salir del cascarón que cubre al ser irracional para poder mirar más lejos. Para poder saber qué es ese casarón, dónde se encuentra y por qué está allí. El sentido de sus existencias ya no era comer para vivir para copular. El sentido era el estudio del polluelo, el cascaron y lo que le rodeaba.  Los griegos nos dieron algunas respuestas, pero el número de éstas era insignificante a la enorme cantidad de preguntas.

            Ahora, unos veinte siglos más tarde, conocemos algunas respuestas de esas preguntas. Sabemos de que está formada la materia, qué es. Sabemos qué es la Tierra, dónde esta, cómo es, cómo se mueve y dónde se encuentra. Sabemos que son las estrellas y por qué el Sol ilumina. Sabemos por qué estamos pegados al suelo. Sabemos que el hombre no es algo especial, sino una fase más de la evolución surgida de la materia. Se trata de un familiar lejano de la bacteria y un pariente cercano del chimpancé. Pero en sus antecedentes, figura la presencia de una estrella, materia de la cual él está hecho.  Sabemos que nuestra estrella es común y que no ocupamos un lugar especial en la galaxia. Y así podríamos continuar con un gran número de respuestas que con esfuerzo la especie ha ido adquiriendo. También quedan muchas preguntas y eso hace que aun sintamos la fuerza del misterio que nos anima a investigar. Sabiendo que Dios en la forma más habitual no es necesario, es más, del todo imprescindible. Por lo tanto, lo que nos rodea tiene una lógica explicable que podemos llegar a comprender. Todo tiene un sentido y por eso estamos aquí.

            Pero somos animales y a veces parecemos realizar una involución. Cuando las respuestas se encuentra más que nunca al alcance de nuestra mano, cuando por fin podemos realmente convertir al ser humano en un animal especial por desvelar los misterios que tanto han preocupado durante miles de años…Cuando las respuestas que marcan el significado de nuestra vida se presentan ante nosotros, huimos hacia nuestro cascarón a encerrarnos. A abandonar la comprensión de la naturaleza, del cosmos, del orden universal para mirarnos nuestro ombligo, para concentrar nuestra atención en nuestros insignificantes asuntillos internos. Cultura, política o pasatiempos de peor calaña son los que mantienen a la sociedad entretenida como una pelota a un perro. Estos son cosas serias nos dicen y aquellos con espíritu ávido de entender la mecánica del universo nos compadecemos de esta pobre sociedad enferma que se ha salido del camino para volver a las cavernas.

            Imagino a aquellos griegos anhelantes de respuestas y veo ante mí una pobre sociedad ignorante que desdeña las respuestas que les sirven en bandeja de plata. Una pobre especie que aun pudiendo ser bondadosa y rica en saberes, ha elegido el camino de la máquina comandada por sus genes egoístas, llevándonos a un semicaos y a la ralentización del avance científico. Unos pobres animales que se creen superiores pero que, sin embargo, se comportan como cualquier otro. Que prefieren creer a explicaciones míticas para vivir en un áurea mágica de ignorancia que no ser lo suficientemente valientes para aceptar la realidad, sin importar el modo en que se nos presente.

            Dudo que unas pocas personas puedan cambiar la opinión de cinco mil millones, así que aquellos deseosos de entender el cosmos, hemos de seguir adelante y evitar dejarnos llevarnos por el lastre del resto, evitar el conflicto y procurar el máximo desarrollo del conocimiento en la medida de lo posible. Vivir como seres racionales y no quemar el tiempo con asuntos fútiles. Hemos de ser coherentes, hemos de ser un ejemplo en el que algunos del rebaño puedan fijarse y salir de él. Hemos de entender y deleitarnos. Y después, morir tranquilos con la tranquilidad del trabajo bien hecho y el tiempo bien aprovechado.

 

 

Brújulo

 

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[Ciencia] Viajeros del espacio en nuestros ojos

Thursday, August 25, 2005
Cuando tenemos una luz encendida, ésta parece que es como la lluvia que cae de una amplia superficie y lo barre todo. Como si la bombilla en realidad fuese un activador de la luz que se encuentra en estado permanente en la habitación (unas veces activada y otras desactivada). La potencia de la bombilla equivaldría al "poder de activación". Esto, respito, es la sensación que se tiene de una forma subjetiva e irreflexiva. Algo parecido a la sensación de que la Tierra es inmóvil y el Sol gira alrededor de ella.

Pero resulta realmente emocionante toparse con la realidad en las narices. Empiezo con un ejemplo sencillo, una lámpara halógena. Estas bombillas se caracterizan por la gran cantidad de luz que emiten que hace que puedan iluminar toda la habitación sin dificultad. El funcionamiento es el siguiente. La corriente viaja hasta la lámpara. Allí se encuentra con el la resistencia de tungsteno. Los electrones de la electricidad chocan con los del tungsteno y hacen que estos adquieran energía (subiendo de nivel energético). Este nuevo nivel es temporal, así que el electrón de tungsteno vuelve a su nivel original desprendiendo un fotón y energía calorífica. Este conjunto de fotones se esparcen por toda la habitación, iluminándola. Por cierto, la lámpara halógena también emite radiación ultravioleta, por eso llevan un cristal frente a ella que absorbe estas radiaciones. Pero recordemos, toda esa luz que nos envuelve tiene su origen en una pieza de no más de cinco milímetros. Aquí incluyo estas fotos.


Pero aquí hablábamos de una simple y pequeña lámpara de casa. Pero, ¿y la gran lámpara de nuestro gran hogar? El Sol, con un diámetro de un millón trescientos noventa y dos mil kilómetros (1.392.000 km, 109 veces mayor que la Tierra) fusiona en su interior átomos de hidrógeno para convertirlos en átomos de helio. Hay una diferencia de masa que se convierte en energía lumínica debido a la ecuación de la relatividad especial de Einstein. El tiempo que tarda el fotón en llegar del núcleo a nuestro ojo es de poco más de un millón de años. Aunque, en realidad el tiempo que tarda desde que abandona el Sol hasta que llega a nuestro ojo es de unos 500 segundo (aprox.), unos 8 minutos más o menos. Pero recordemos que todo lo que vemos a nuestro alrededor es porque el Sol (una estrella insignificante comparándola con el resto del universo) se dedica a fusionar hidrógeno a 1.392.000 km de distancia para que unos fotones, que tardan un millón de años en llegar a nosotros, sean captados por nuestros ojos y convertidos en impulsos nerviosos.

La inmensa mayoría de luz que hace que podamos ver…

Procede de una estrella lejana…

Las fotos están realizadas con unos pocos segundos de diferencia. La de la resistencia y el disco solar han sido tomadas con un filtro para eclipses solares. Son unas gafas opacas de color negro que filtran mucha cantidad de luz y sólo es posible ver algo ante fuentes muy intensas.

SALUD!os

Brújulo.


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